lunes, 22 de agosto de 2011

Adiós a la adolescencia, adiós al diario.

 Hace más o menos 3 años el diario de 4 adolescentes nació. Un pequeño hueco donde colgar nuestras ideas, nuestras inquietudes y nuestras "cosas" en general.
Bla bla bla y me quedé solo. No me importó, no me sentí traicionado, seguí adelante. Seguí con mi estilo, con mi forma de narrar y sobretodo con la adolescencia marcada a fuego en mi corazón. Pero el adolescente dejó de serlo. No un adulto, pero sí un alma encerrado en el cuerpo de algo más "serio" que eso.
Por lo tanto el diario se quedó sin sus armas: los cuatro acompañantes primero y finalmente sin la adolescencia.
Y ya después me quedo solo. No hay excusa para seguir con éste rincón de la bloggosfera. Así que lo destruiré. Pero antes de hacerlo voy a renacer de sus cenizas sus momentos más importantes:


*El inicio. Éramos cuatro. Y después de una semana ,dos. Y así fue el inicio. Marina Alesanco/Kiki y yo. Dos grandes compañeros. Posiblemente los mejores para el otro.
Fue una época bonita. Una época muy adolescente, con todo lo que eso conlleva. Tonterías varias, historias de nuestra vida, rayadas y temas banales, pero temas muy acordes al propósito general por el cual fue creado éste blog.

*El amor. Después de mucho tiempo buscándolo, encontré el amor. Una extraña chica de nombre Ana fue la culpable. No sería el descubrimiento del siglo decir que la cosa no salió bien, pero encontré un sentimiento pasado y aprendí mucho con la desesperanza y el desánimo en éste ámbito. Me ayudó más de lo que pensé en esa época. Crecí un poco y cuando enterré toda la magua, fui feliz. Sin amor, pero feliz. Que se puede. Pero no del todo. Eso lo descubrí en la 2ª parte.

*La soledad. Hay gente que odia la soledad. Yo no. Al menos en el vasto mundo de internet. El tener el blog para mí solo, ayudó a quitarme una pequeña carga y hacerlo mío, solo mío. Abrí mi abanico de temas y conseguí un nivel de espacio mucho más generalizado y público. Es lo que intentaré conseguir con el siguiente.

*Y volvió a ser cosa de dos. Recluté para compartir mi pompa, a Paula. Paula consiguió darle un enfoque que me gustó muchísimo. Gracias a sus letras, el diario de 4 consiguió visitas y algún que otro premio no excesivamente importante, pero sí muy ilusorio para los dos.
En mi caso, intenté estar a su altura y por ello me exigí más. Perdí un poco de mi identidad, pero conseguí puntos extra en mi calidad narrativa e imaginativa.

*Dejadez. El diario, de un día para otro murió. Su asesino fue la vagancia.
Cierto es que seguía pensando en él, pero fue gracias al tiempo y al amor, por el cual renació de sus cenizas cual ave fénix.

*El amor II. Cuando una chica que te gusta tiene blog y sabe que tienes blog y encima lo lee, te exiges a escribir cosas para conseguir puntos con ella. Ese fue mi caso.
El diario me lo agradeció. Se volvió a alimentar de optimismo. De arcoiris, de hadas y de caballos amarillos (?). Rita.

*Adiós a la adolescencia, adiós al diario. Y dejar de ser un adolescente. Y pasas a ser un joven con proyecto de hombre. El diario se queda muy infantil y necesitas otra dimensión en blanco donde empezar de cero. Eso quiero yo. Dejar en un rincón apartado -pero visible- al diario de cuatro adolescentes y abrir otro totalmente diferente.



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Gracias a Lupe, Miguel y Marina por estar hasta alta horas de la madrugada en conversaciones compartidas. En una de esas se nos ocurrió la idea de abrir éste blog.

Gracias a Marina A. por haberme ayudado. Al igual que el blog, has sido una parte muy importante de mi adolescencia. Creo que nunca te podré olvidar. Aún que lo intentara, sería imposible.
Por tus ideas en clase. Tu mente siempre despierta. Tus locuras narrativas, tus historias idílicas. Por todo. Has  formado una parte vital de éste blog. Te has abierto a él y él a ti.

Gracias a Fernando R. por ser un asesor de ideas.

A Esther P. por ser la arquitecta de la grandísima mayoría de historias felices que he escrito aquí. Por abrirme al mundo del amor correspondido. Por todos los días juntos que he deseado recobrar. Días que han sido imposibles revivir. Pero días que nunca olvidaré.
Por llorar conmigo, por luchar conmigo, por quererme de una manera especial. No te olvides de mí jamás, por favor.

Gracias a Ana M. por ser mi amiga. La mejor que tendré siempre jamás. Por animarme a seguir escribiendo y por llorar con mis letras. Por comentar en el blog, consiguiendo así, ayudarlo a crecer.

A Ana A. y Rita L. Los dos amores más fuertes que ha vivido el diario a mi lado. Una con una historia finalizada casi antes de empezar y la otra con un futuro prometedor. Mi máxima inspiración. Cada una en su tiempo. Cada una a su manera. Gracias.

A Paula G. y Álex S. Escritores a corto plazo del blog (el segundo más que la primera, pero bueh) Pero amigos de él y contribuyentes muy necesarios a su historia. Habéis sido honestos y sinceros. Os doy las gracias por todo.

Me falta gente, pero no quiero escribir más. Me entristece mucho dejar el diario de 4 adolescentes atrás, pero es la hora. Para mí ha sido muy importante y siempre lo será. Es parte de mi vida.
El candado está puesto.




Adiós a la adolescencia, adiós al diario. 

martes, 14 de junio de 2011

261

¡Hola compañeros del desfase bloguerístico!
He tenido una curiosa idea para actualizar mi idílico blog.


Veréis...el curso pasado entero lo pasé en Loeches. Loeches es una zona despoblada que hace frontera con Mordor  a las afueras de Madrid. La única forma de venir y salir de este desértico lar ( si no tienes coche) es con el autobús. 
Yo cogía uno con el número 261, que me llevaba directamente a la estación de metro de Av. de América. 


El caso es que tengo algunas anécdotas interesantes que contaros que surgieron dentro de ese medio de transporte. Espero que os guste.

*Era una cálida mañana de un día cualquiera y me senté al lado de un hombre de procedencia sudamericana que estaba durmiendo tranquilamente en la silla de al lado de la ventana.
Saqué mi libro de Tolkien, cuando éste interrumpió mi lectura con extrañas divagaciones somnolientas como: "Mamansita, deja que te posea, deja que te posea"--- "Te voy a comer toa, toíta"--- "Despedazaré tu ropa enterita".
¿Un encanto, verdad?


*Supongo que a nadie le gusta que le golpeen a punto de dormir. Estaba a punto de hacerlo cuando una mochila golpea mi faz con una fuerza que ni Mike Tyson cuando era un joven desenfrenado.
Al parecer el autobús tomó una curva larga cuando la chica estaba procurando sitio.
Le pregunté si llevaba una espada en la mochila. Ella se limitó a pedirme perdón miles de veces.
Podría haber sido el principio de una bonita historia de amor, si no fuera porque tenía sueño y me volví a dormir...aún que con miedo.


* Raudo iba el 261 por la autopista, cuando de repente se frena en seco. El conductor se baja corriendo. Nadie sabe nada, pero todos empiezan a murmurar y a compartir opiniones con el respectivo desconocido de al lado, intentando descubrir el enigma.
Casi todo el mundo así lo pensaba, pero se acabó descubriendo que simplemente el hombre había pisado el pie de una mujer la cual se le había calado el coche.
Lo normal vamos...


*Cuan feliz era con mi mp4 azulito lleno del metal más guay de la faz de la tierra. Pero lo fui aún más cuando en un viaje cualquiera de vuelta a Loeches, una chica heavy empezó a escuchar la misma canción que yo.
El tema en concreto era "Puertas del Cielo" de "Saratoga". Le dije...¡Eiiii, así me gusta, con Saratoga a tope!
A partir de ahí, todo el viaje de vuelta lo pasé en un interesante debate sobre el rock y el metal con tan agradable chica.
Podría haber sido el bonito principio de una historia de amor, si no fuera porque nunca más la vi :(


*Si todas las personas mayores del mundo se hicieran una cuenta de facebook común, seguramente no le daría a "Me gusta", pues nunca me han caído en excesiva gracia que digamos...
Sin embargo un día una señora que estaba a mi lado empezó a llorar. Primero unas pocas gotas, luego emuló el océano índico en el suelo.
Por lo general me haría el despistado, pero la señora realmente parecía tener la necesidad de soltarlo, así que le pregunté que porqué lloraba.
Me respondió que hoy operaban a su hija de un cáncer y estaba asustada. Le dije que lo sentía mucho y que justamente mi tiastra (¿existe?) había sido operada hace poco de un cáncer en el cuello y que había salido bien la operación. Que ni siquiera tenía que vivir al amparo de la quimioterapia.
Me dio un abrazo y dijo que se sentía mucho mejor. Luego empezó a rezar y la dejé ahí.
Me sentí muy bien conmigo mismo, la verdad.

¡Y POR AQUÍ TERMINO! Tengo algunas anécdotas más, pero no tan interesantes como estas, así que para que no decaiga la calidad general del blog, finalizo.
Espero que os haya gustado y que sigáis leyéndome (si es que me lee alguien xDDD)
¡Un abrazo hijos de Dios!

jueves, 9 de junio de 2011

El abismo (parte 2)

Sentía el viento rozar mi cara, y erizar mi piel con la velocidad. Me sorprendí sonriendo ante los pequeños acelerones, aunque reconozco que en el fondo estaba pasando un poco de miedo. Él me miraba de vez en cuando, y me sonreía.

-Oye, mira al frente gilipollas! Vamos a chocar.
-Hazme caso, confía.

Le abracé un poco más fuerte, y contuvo la respiración durante una milésima de segundo. Lo percibí, le había gustado. Yo no podía, sabía que era la puerta de mi abismo. No me lo iba a permitir.

-Ya hemos llegado. ¿Te ayudo a bajar?
-Joder, no estoy montada en un caballo, yo tambien sé montar de estas.
-Uhh, perdona, perdona.
-No es mi estilo para nada. Es una moto muy fea, que lo sepas.
-Anda chula, no tienes ni idea.

Estaba claro que ese no era mi ambiente. Se palpaba. Se podría cortar casi. Pero me gustaba, era un mundo diferente, era otra gente, me sorprendía cada virtud que iba añadiendo a la lista de sus cualidades. De todos modos, era el único día que me permití no pensar, decidí sumergirme en aquello hasta el fondo, probar la manzana. Estaba completamente decidida a practicarme un suicidio indirecto, lento y doloroso.

-Oye, estás blanquísima. ¿Qué te pasa?
-Déjame tío, me mareas.
-No jodas...
-Qué.
-Qué mierda te ha dado.
-¿Qué coño estás diciendo?
-No me toques la polla anda, que no soy gilipollas.
-Que no me ha dado nada joder...
-Anda tú, bueno, tú verás, pero ya te digo que te estás metiendo en mucha mierda, estás haciendo el imbécil.



Le miré, él siguió caminando. Sabía que me había parado pero continuó, en dirección al parque. Corrí un poco y le cogí del brazo.

-Lo siento, mira, te prometo que no lo volveré a hacer. Además, hoy quería divertirme un poco más. Necesito relajarme, ¿sabes?
-Ya, ya... si ya te has relajado de sobra en casa del Pachu.

Le di una bofetada en la cara, sonó como un estruendo. Me sorprendió mi fuerza descontrolada. Me asustó su reacción, él también iba bastante mal y temí que me llegara a pegar. Se llevó la mano a la cara, y empezó a reír.

-Paula tía, eres gilipollas, era una broma! Ya sé que no te gusta, vamos a dejar el temita anda.
-Tío, me llevaste hasta su casa sabiendo lo que tú y yo sabemos. Por lo visto, lo que todo el mundo sabe. ¡No soy una puta! ¡Tengo dinero! ¡Voy al instituto, en un buen barrio, tengo amigos decentes! ¡No soy una jodida puta!
-Vale, vale, que me ha quedado claro. Venga, que nos están esperando.




-Paula. Paula... ¡Paula!
-Qué, qué!
-Joder, estás empanada eh.
-Perdona tía, estoy sobadísima.
-Jajaja, joder, vas fumadísima!
-Un poco.
-EEEEh, que se me había olvidado. ¿Que ha sido de...?
-De...?
-Ya sabes quién.

Rogué que no me lo preguntara, que pudiéramos tener variedad de temas. Al principio funcionaba, hablaba por los codos y la mantenía lejana al tema en cuestión. La cosa se jodió cuando ya llevaba 3 porros, no podía casi ni hablar.

-Ah. No sé, nunca le veo ya.
-¿Sí?
-Sí.
-No.
-No me rayes anda.
-Que te vi llamando a su portal el otro día. Tambien te vio Alba.
-Ya, pero no estaba.
-¿Qué hacías llamando a su portal? Joder, menos mal que no te gustaba.
-Es mi amigo, nada más.

No era verdad para nada, pero mi orgullo se apoderaba de mí. No había nada que me pudiera dar un impulso más que yo. Ninguna sustancia estupefaciente funcionaba. Lloraba como una gilipollas.


-Yo lo tengo clarísimo, tú le gustas. Tú sabrás qué es lo que haces, pero el tren
se te va a pasar si no lo coges.


-Ya pasó hace tiempo, y no me abrió la puerta.


-Eso no tiene sentido.


-Calla, quiero oír el sonido de la madrugada. Es relajante, después de música de fiesta, coches por todas partes, gente gritando... y de pronto silencio. Y mis pies descalzos.


-Ya veo...



Pies descalzos...


-¿Qué haces?


-Me duelen los pies, espera. Me voy a quitar los zapatos.


-Deja que te ayude.


Se agachó lentamente hasta mis pies, examinando todo mi cuerpo de camino a ellos. Cogió mi zapato y lo desabrochó con cuidado, quitándomelo del mismo modo. Acarició mi pierna, y fue deslizándola por el gemelo hasta la rodilla. Avanzó hacia los muslos, y mi mano se lo impidió. Le besé, sin ningunas ganas pero lo hice. Pensé en otra persona. Eso lo hizo todo más sencillo. Me quitó la camiseta, pero no me di cuenta hasta un rato después. Es como si estuviera en una cuarta dimensión borrosa y circular. Un portazo en la habitación hizo que mi visión vibrara, era un chico bastante guapo, me había fjado en él en la fiesta pero no me había acercado a decirle nada, él tampoco. Nos miró y sonrió.


-Creo que me he equivocado de habitación.


-No, no... todo lo que buscas está aquí seguro.


-No creo. He perdido a las niñas.


-¿Éstas, no? -dijo riendo-.


Sacó de su bolsillo un chivato con pastillitas de colores crema, rosa pálido y azul cielo. Parecían chucherías, de hecho olían muy dulce para mi sorpresa.


-¿Te quedas entonces?


Me miró. Yo sonreí y le hice un gesto pidiendo aprobación.


Cada uno se tomó una y un cuarto, lo que a mí me pareció excesivo. Yo sólo tomé tres cuartos (sólo). Empecé a reír sin parar, todo eran luces y colores bellísimos. Sentía la irremediable necesidad de bailar sobre la cama. Ni siquiera mi cerebro procesaba preguntas como si ellos me miraban. No me daba cuenta de nada. Podía tocar las notas musicales, podía notar como si mi piel floreciera, qué extraña sensación. Pude experimentar la sensación de no pensar en nada en absoluto, tenía la sensación de que estaba viviendo un sueño lúcido del que despertaría de un momento a otro, en mi cama, pensando en lo absurdo del mismo. En ese instante, todo me parecía normal, maravillosamente normal. Ahora sí les veía, el chico de ojos oscuros me miraba serio mientras que el Pachu le pasaba el piti al otro para subirse a la cama conmigo para lo que él denominó "pasar el rato". Yo bailaba, y él me cogía de la cintura sintiendo en la palma de sus manos mi movimiento. Después de eso, todo se emborrona, todo va muy rápido, veo sus rostros frente a mí, muy cerca, nos besamos. Lo que pasó allí, sólo las paredes pueden saberlo. Ninguno llegamos a recordar.



-Paula, ¿estás llorando?


-Ayúdame.


-¿Qué te pasa?


-Le quiero, le quiero, LE QUIERO, joder.


-¿A quién? ¡Dime! ¡Paula!


-Él no, él no...


-¡Paula! ¿Qué pasa?


-Por favor, llámale...


Le busqué el teléfono en la agenda, hasta encontrarlo. Le di el teléfono, miró el teléfono y lo reconoció enseguida. Me preguntó si estaba segura de llamarle, y afirmé con la cabeza. Lo hizo. Habló con él durante un rato del cual no me enteré de nada, solo la veía a lo lejos hablar durante un largo rato por teléfono. No estaba alterada, pero estaba muy seria. Colgó, y se dirigió hacia mí.


-Ya viene, pero más te vale contarme qué está pasando.

martes, 7 de junio de 2011

El abismo (parte 1)

A veces me pregunto cuál es mi propio límite, hasta donde puedo llegar. Muchas veces siento que me acerco a una fina línea que da paso a un terrible abismo, oscuro y aterrador. Es en aquellas veces en la que el viento del abismo recorre mi cuerpo y me dice "ve, vamos, tienes que vivir la vida". No logro comprenderlo del todo aún. Me pregunto qué será lo que me ata tanto al abismo, si ya pude rozarlo tan solo con la punta de mis dedos, pude degustarlo con mis labios, pude olerlo y pude verlo en amplitud. Pude sentirlo. Pude probarlo, y fue un desastre...

Con esta reflexión me desperté una tranquila mañana de sábado. Estuve un buen rato divagando entre el sueño y la realidad, ya no sabía si estaba pensando realmente, si lo que veía era un sueño o si lo que oía era verídico. La casa estaba impregnada de olor a berenjenas rellenas de carne, lo que significaba que me había levantado alrededor de las dos y media de la tarde. Probé a incorporarme, y un espasmo recorrió mi cuerpo desde el dedo meñique del pie hasta el último pelo de mi cabeza. A continuación, un leve mareo, y la necesidad de tumbarme de nuevo. Dios mío -pensé- pero, ¿qué pasó exactamente anoche? Como una bala de Kalashnikov, mi reflejo subido en una moto tuneada por los suburbios madrileños. Ya me acuerdo, Jorge me llamó. Me dijo que su amigo el de Villaverde había traído mierda de la buena, que me pasara por Oporto a las diez de ayer para verla y valorar. ¿Cómo llegué hasta una moto? ¿Dónde estuve? Otro reflejo. En casa de su amigo, el pachi, o pacho, no me acuerdo. Había como veinte personas en su casa. Una locura. Gente metiéndose rayas sin parar, poqueras haciéndose fotos con su particular pose, y ahí estaba el de Villaverde, por llamarlo de algún modo, con una botella de Jack Daniels en una mano y un porrazo en la otra.
-Qué pasa Jorge, pensé que ya no venías tío.
-Había que esperar aquí a la princesita, que tarda ochenta horas en venir tronco.
Le miré con cara de enfado fingido, y reímos los dos.
-Hombre Paulita, hace mucho que no nos vemos eh...
-Ya tío, he estado muy liada.
Él me sonrió. Tenía los ojos ligeramente hinchados, pero creo que ya los tenía así siempre. Sabía que había estado evitandole durante un mes. Como muestra de perdón, me ofreció alcohol, y lo rechacé con todo el dolor de mi corazón, dios, adoro a mi amigo Daniels.
-Eh Pachu -le dijo Jorge-, pasame de esa mierda que traes anda.
-Oye, las princesas primero -me acercó el porro a la mano derecha, y seria, sin ningún contacto visual, lo cogí y le dí varias caladas muy fuertes. Necesitaba sentir la adrenalina YA.

Una luz me ciega de repente. La voz de mi madre atrona en mis oídos, y parece que va a perforarlos.
-Pero, ¿a tí te parece normal? ¿Has visto que horas son? ¡Ayer dijiste que te ibas a levantar temprano para estudiar! Si es que yo, ya no sé que hacer... a saber a qué hora llegarías ayer. Como me duermo, y confío en que tú llegues a...
blablablabla. No quise oír nada más. Me tapé la cabeza con la almohada, que me sirvió de escudo contra el bombardeo sonoro. Nada, no funcionó. Me quitó la almohada y me destapó totalmente, lo cual me dio ganas de cagarme en todo ser viviente.
-Hija, ¡vaya moratones tienes en las piernas! ¿qué te ha pasado?
Ni yo lo sabía, pero tuve que ser rápida en mis contestaciones.
-Nada mamá, me los hice el otro día en educación física, estuve haciendo el gilipollas.
-Pues vaya, ¿a que a tu amiga Laura no se le ocurre hacer eso?
En el fondo seguramente sí se le hubiera ocurrido, pero en fin...
-No, mamá, venga, déjame en paz.
-Sí sí, pero levántate y vístete que viene tu hermana hoy a comer.
Me incorporé muy despacio, para no sufrir más espasmos ni mareos. Mi madre me miró y sonrió.
-Desde luego, no sé de qué morirás pero de un infarto desde luego no.
Se debía referir a aquello que ella llamaba "rendimiento de los actos". Vamos, que un día casi no me cundía para nada. Menos mal que no sabe que, en realidad, es todo lo contrario.

Me levanté por fin de mi cama y me dirijí al baño para lavarme un poco la cara. Me miré de frente, recién levantada. Era la viva imagen de una juventud prometedora que se desviaba por un camino que no era el suyo, enfilándose al precipicio. Nada más deprimente.
Habiéndome retirado ya restos de pintura de ojos del día anterior y limpiado a conciencia mi rostro, me sentí un poco mejor. Cerré los ojos un segundo y pude tener otro reflejo del día anterior: había sangre en el suelo, y una chica joven, morena y preciosa, yacía en el suelo inconsciente. Acababa de pegarse con una de esas poqueras chungas de barrio que da miedo solo mirarlas. Seguramente la chica morena no había hecho nada. Recuerdo como intentábamos buscar el origen del corte: una raja en el antebrazo, no era nada en realidad, pero la sangre siempre es escandalosa. Pedí un pañuelo o una camiseta, cualquier cosa que hiciera presión sobre la herida. A alguien se le ocurrió la idea de echarle vodka sobre la herida para desinferctarla, ahora que la chica estaba inconsciente. No supe qué decir, estaba borracha y colocada, quería llorar. Acepté, y lo hicieron. La chica se retoció, comenzó a sentir como le ardía el brazo. Se sintió agobiada. No paraba de chillar. Le envolví la herida con la camiseta e hice un nudo, haciendo presión.
-Venga Paula, que ya has cumplido. Vamonos.
La chica se retorcía de dolor.
-¡Llamad a una jodida ambulancia!

Vale, pensaba, pero hay un espacio de tiempo aún que no lograba descifrar: desde la casa de aquel chico de Villaverde hasta Pan Bendito. Ahí estaba la parte crucial, la clave de toda la historia. Tenía que seguir recordando...

miércoles, 25 de mayo de 2011

Puntos...

Cada ser humano, cada persona que habita en esta tierra, es diferente de cualquier otra. Hay casos de gente muy parecida que en los que apenas se nota la diferencia. Sin embargo son dispares en algún ámbito, posiblemente mucho más de lo que ellos u otros piensen.

El hecho de que dos personas sean mejores amigos, se produce porque aprecian más las virtudes que los puntos negativos del prójimo.

Cuando dos son “media naranja” y llevan una fructífera relación por el paso de los años, no es porque sean iguales, o terriblemente parecidos. Ni siquiera porque aprecien más los puntos positivos, sino porque aprenden a convivir con los defectos de su amado y a la vez con sus puntos más brillantes. Puntos que crean amor. Que unen y amplifican de tal modo la felicidad, que el resto queda absolutamente enterrado.

Y es que no todos los días en una relación van a ser perfectos. Habrá dudas, temores, enfados, pesimismo y rabias. Lloros, impotencia y apatía. Porque no hay nadie que va a ver las cosas igual a nosotros, por muy absoluta que creamos que es nuestra idea u opinión. Hasta el día que se pueda clonar el alma de uno mismo, nos toca convivir con los puntos en descomún del otro.

martes, 17 de mayo de 2011

Y tú, ¿qué camino has tomado?

-¿Me podrías indicar hacia donde tengo que ir desde aquí?- pregunta Alicia.
-Eso depende de a dónde quieras llegar- responde el gato.
-A mi no me importa demasiado a donde.
-En ese caso, da igual hacia donde vayas.
-“Siempre que llegue a alguna parte”
-¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo bastante.


Llega un momento de nuestra vida en el que miramos atrás, quizá de manera errónea, y nos damos cuenta de que nuestro camino se ha desviado. "¿Como es posible? Yo empecé en un camino muy bien marcado, señalizado, me encargaron de decirme cómo seguir por esa ruta... ¿Qué ha pasado?" Pues, que hemos decidido escojer sendas que creíamos mejores que las marcadas. Aunque pensemos que nos hemos desviado, y aunque esto sea cierto, ya nada de eso existe. Ya no existe cada paso que diste, solo existe el dolor de pies. Pero sabes que aún queda un largo camino por delante, y que tienes que caminar mirando al frente ya que si lo haces mirando atrás te tropezarás y será aún más doloroso. Deberíamos entonces plantearnos... ¿es el camino una prueba? Si es así, entonces parece primordial saber qué ocurrirá al final del camino, porque si no los esfuerzos por hacer lo que creemos que nos favorecerá serán en vano.


Nos pasamos la vida preocupados por aquello que no debemos decir, por eso que no debemos aparentar y por esto que no debemos hacer. Al fin y al cabo, parece que los principios y la moral no hacen más que bloquearnos el camino, o mejor dicho, desvían nuestro camino. Propongo ser moralmente incorrectos, transparentemente intencionados. Ir despacio, acelerar, bajar la velocidad, disfrutar cada piedra y cada pedazo de cielo. Disfrutar de la unión de un camino, del desvío del mismo, de su compañía bien elegida y de la predestinada. Crear nuestro propio camino. Parece que al final va a ser cierto aquello de que no hay camino, de que se hace camino al andar.







Sonreír es gratis.

martes, 3 de mayo de 2011

La necesidad de querer y ser queridos




Desde que un día descubrí que tengo la capacidad para pensar y reflexionar, he tenido la idea de que el ser humano, sea quien sea; en algunos u varios momentos de su vida; ha tenido esa inevitable necesidad de amor.

Siempre he creído, que de todas las sensaciones que hay en el mundo, la que evoca el amor, es la más fuerte. Es verdad que es un arma de doble filo, pues nos puede ofrecer la mayor de las alegrías, como la más absoluta depresión.

Sin embargo nos arriesgamos. No queda otra. En nuestra vida, prácticamente a diario, tenemos que tomar decisiones, elegir caminos ciegos que nos llevan a inconcusas metas. Podemos tener miedo a las repercusiones, podemos vacilar en el intento, pero en el subconsciente, tenemos muy claro que la satisfacción de ganar es mucho más potente que la insatisfacción de perder.

Lo mismo pasa con el amor. Con el querer. Nadie renuncia a él, nadie rechaza una buena propuesta para nuestro corazón.

-Yo ya no quiero tener más relaciones. Después de lo último, prefiero quedarme como soletero.
¡MENTIRA! De sobra sabes, que de llegar alguien “clave”, no renunciarás.

En fin. Nos gusta querer. Nos gusta porque nos posibilita sensaciones maravillosas que de otra forma no podemos.
Nos gusta ser queridos. Nos gusta porque alegra que alguien se preocupe por uno, que nos digan palabras de aprecio y compresión.

Todos, sin excepciones, tenemos la necesidad de querer y ser queridos.