Y aquí estoy de nuevo, un poco más madura y consciente, con un extra de buen humor inagotable. Y ahora es cuando llego de mi viaje y veo las cosas que han cambiado, las que han perdurado, las cosas que estaban ahí y no podía percibir. Las cosas que se echaban de menos, las personas que te echan de menos.
Es como si de repente bajases del tren y, estupefacta, te preguntas si habrás vuelto al mismo lugar. La respuesta es no, la explicación es que ha cambiado mientras te ausentaste.
Volver ha sido bueno, he decidido darle menos importancia a cada paso que doy para preocuparme por un todo. Aun así ha sido una desilusión inconsciente.
"Eh, estás muy rara". No sé qué esperan. Pues claro, ya no soy la misma, he cambiado. Parece como si la gente se diera cuenta de que algo me ha pasado pero realmente no tienen ni puta idea de lo que es. Supongo que esto es una ligera introducción a lo que ha pasado. De todas formas, la forma de ser que he ido evolucionando durante este tiempo no ha sido de mi creación, la han creado así todas las personas y todos los sucesos que han entrado en mi vida.
También me he dado cuenta de que las personas cambian con las malas experiencias, que las buenas experiencias solo sirven para dar un descanso a nuestra evolución como persona. ¿Qué aprende una persona de un éxito profesional? ¿Y de una relación sin obstáculos? Nada, absolutamente nada. De esto he sacado la teoría que más me ha ayudado y que más me ayudará: no hay que tener miedo a caer. Caer es tan natural como levantarse, y de ello es de donde se extraen las cosas que te enseñan a reaccionar, que te moldean.
Y quién sabe, quizá vuelva a desaparecer, alguna vez más...
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