Ella

Ella. Alta. Creo que al rededor del 1,75. Delgada, muy delgada. De huesos frágiles, pues se suele lesionar fácilmente haciendo atletismo; y luego llora cuando sabe que va a estar tiempo sin poderse mover mucho.

Ella. Preciosa como ella sola. Pelo moreno oscuro que llega hasta un poco más abajo del cuello. Ojos castaños. Grandes, enormes e incapaces de mentir, al menos a mí. Les gusta llorar, no tienen de hacerlo, ya que creen que es un desahogo necesario. Nariz fina. Labios finos y boca ancha. Sensual, cortejante e irresistible. Promete a quien pruebe un beso suyo viaje al cielo. Míos, solo míos. Cuello largo, mejor dicho, larguísimo. Una marca de identidad.

Ella. De piel morena clara. Senos pequeños, una pena; no obstante preciosos. Cintura pequeña. La puedo estrechar fácil entre mis brazos y ahí es cuando me siento fuerte, poderoso y seguro de que no sufre, de que si está en mi vera jamás nadie le hará daño jamás. Bonita obra de arte el verla andar con ese contoneo del trasero. Me pierdo, lo siento pero me pierdo entre sus curvas. Mis manos viajan en sus flacas piernas sin necesidad de GPS, encuentro la ruta del placer. Pies grandes, pies viajeros y con ganas de andar...andar...andar. Ganas de viajar, de vivir experiencias y de andar...andar...

Ella. Madura y niña. Pija y macarra. Rayada y optimista. Despierta y soñadora. Luz a mis problemas, oscuridad a mis fantasmas. Dura y sincera, blanda y vergonzosa. Binomio. Ella.

Ella. Cariñosa. Buena amiga, demasiado a veces. Piensa en el resto antes que en ella misma y eso la hace siempre preocupado, sin tiempo para sí misma y sus propios problemas. Inteligente. De notas impecables. Inteligente también en el ámbito social. Piensa las cosas antes de decirlas y cuando las dice suele ser demasiado sincera y dura, pero qué mejor saber la verdad sin rodeos, a la cara.

La quiero. Ella.