domingo, 8 de noviembre de 2009

En la cuerda

-Camina, camina hacia delante y no mires de donde vienes ni a donde vas. Y sobre todo, nunca mires abajo. Cierra los ojos.

Tenía las piernas temblorosas (si no todo el cuerpo) y mi semblante palidecía por segundos.

-¿Cómo que no mire hacia atrás?¿Y si me arrepiento de estar aquí y no quiero seguir? ¿Y qué voy a hacer si no puedo mirar? Si no puedo mirar caeré y moriré.

Y entonces sonrió. Si, no me lo podía creer. Como si esta situación fuese graciosa. Estaba a punto de cruzar una cuerda a una altura vertiginosa y sin una red que me protegiese. Y lo peor de todo, su gran consejo era que cerrase los ojos. Definitivamente tenía graves problemas mentales.

-Con tus ojos caerás. No es el sentido común lo que te llevará al final de la cuerda. Confía un poco en tu intuición.

-¿Y por qué no puedo mirar hacia atrás?

-Porque si retrocedes vas a caer. Lo que has recorrido no lo puedes borrar.

No tenía mucho sentido. No era lógico. Siempre podía dar un paso atrás y corregir mis propios errores. Igual que si se me rompe la tela de un vestido puedo coserla y así corregir el error. Así que me preparé para cruzar la cuerda y puse el primer pie en ésta.



Pasé mucho miedo. Puse mi pie izquierdo y la cuerda tembló demasiado. Tenía la impresión de que si seguía caminando sobre la cuerda no podría contarlo. Pero tenía demasiado que ganar y demasiado poco que perder. Allí, al otro lado, había una puerta de madera de pino que con la llave que colgaba de mi cadena de plata podría abrirla y encontrar lo que yo más quería en ese momento. Era peligroso, está claro, pero con el temor a fallar no podría acertar. Tenía que continuar.



Puse el pie derecho, y a continuación los diez primeros pasos. Necesité bastante equilibrio pero parecía sencillo al principio. Al décimo paso, resbalé y caí. Por suerte y destino, mis manos se pudieron agarrar a la temblorosa cuerda. Pasé mucho miedo, porque nadie podía ayudarme y estaba sola en la cuerda.

-No puedo ayudarte. Más de lo que he hecho no. Si logras levantarte, aprende la lección.

¿Qué lección?¿Sé más hábil? Mis manos ardían y cada vez tenía menos fuerzas. Sabía que me iba a quedar ahí. Qué mas daba ya, no podía hacer ya más por arreglar la situación. Pensé lo bien que estaba antes de estar sobre esta maldita cuerda y decidí ir retrocediendo hacia atrás por la cuerda. Sí, era lo mejor. Comencé a hacerlo con las pocas fuerzas que me quedaban y no parecía ir mal. Cuando estaba a punto de llegar, no pude evitarlo y me solté. Entonces la mano de ella me sujetó porque su brazo llegaba hasta donde yo estaba.

-Esta vez te puedo ayudar, pero si vuelves a hacerlo no responderé por tí. No has entendido la lección.

A mí me daba igual la lección. Estaba a salvo y no pensaba cruzar la cuerda. Volví a mirar otra vez hacia delante y vi aquella puerta. Me entró una sensación de tristeza al saber que allí podía estar lo que necesitaba. Además, siempre he odiado a aquellas personas que participaban en programas de televisión y se plantaban con el dinero justo para no perderlo. No podía traicionar a mis principios.

-Quiero volver a cruzar.

-No lo conseguirás si no aprendes la lección.

-Que sí, que sí...

Volví a pisar, esta vez volví a caer y de nuevo me logré agarrar a la cuerda. Ya no me quedaban fuerzas, decidí que debía tirarme. Entonces volví a escuchar su voz.

-Confía en tu intuición, no en el sentido común.

Entonces logré ver la luz. Lo que yo amaba con todas mis fuerzas estaba tras esa puerta y sólo mi confianza y mi intuición me llevarían hasta allí, porque o que yo sentía por aquello no era lógico, era algo que pertenecía a la confianza y la intuición que sentía de que aquello era bueno y lo quería para mí. De esa confianza e intuición logré sacar las fuerzas para levantarme y colocarme de nuevo sobre la cuerda. Esta vez sabía que podía conseguirlo, cerré los ojos con seguridad y continuémi marcha. Sí, por supuesto, claro que pasé miedo, pero quién no tiene miedo. Pero tambien sentí la seguridad de que llegaría hasta el final. Ahora me daba igual lo que hubiera en esa puerta sea lo que sea, lo que me enorgullecía era poder llegar hasta el fin.

Puse los pies en terreno firme. Respiré hondo, relajé mi cuerpo y me senté frente a la puerta. ¿Debía abrirla?¿Y si no estaba lo que yo quería? Qué más daba ya, había llegado hasta el final. Ya se sabe, "caminante no hay camino, se hace camino al andar", y todo eso. Finalmente abrí la puerta. Sonreí, no había nada en la habitación.

-Bueno, imagino que tendré que llenar esta habitación de cosas- Dije entre risas y lágrimas.

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