martes, 5 de abril de 2011

Binomio

Me despierto temprano. 9.30 de la mañana. Al primer toque sonoro del despertador me levanto como si hubiera un incendio y tuviese que escapa rápidamente.
Mientras el agua rocía mi cuerpo en la ducha, mi mente intenta conectarse con la tuya. ¿Estará nerviosa como yo u el sueño se lo impide? Salgo. Me afeito dejando las patillas cual Elvis Presley.
Miro al espejo bastantes veces antes de salir. No estoy mal. En mi cabeza hasta me digo. ¡Guapoooo!

He quedado con una de mis mejores amigas para dos cosas: ayudarme a escoger un regalo (o dos) y hacer la espera más amena. Lydia está incluso más inquieta que yo, al menos por fuera.
Finalmente decidimos regalarla un DVD de su grupo favorito, una caja de bombones, más una libretita rellena de dedicatorias escritas por muchos amigos.
El encuentro está cerca. Mi nerviosismo y mis ansias aumentan sustancialmente cada minuto que pasa.
14:00. Recibo una llamada suya. Como era de esperar, se va a retrasar y el lugar de encuentro pasa a ser otro (no muy lejos tampoco).
Cuando Lydia y yo llegamos a Plaza Mayor, nos encontramos de casualidad con un amigo suyo que reconozco por fotos. “Están a 2 minutos”- me dice. Mi corazón va a salir de su estacionamiento. Mi pulso es multado severamente por exceso de velocidad.
-¡Mira atrás, ahí está, ahí está! –grita mientras bombardea mi hombro con pequeños golpecitos de excitación.
Entonces sí que llego al estado máximo de nerviosismo. Un poco más y entro en coma.
No me atrevo a mirar atrás. Quiero, pero no puedo. De todas formas mi parálisis no dura, mucho, pues aparece por mi franco derecho.
Ojalá pudiera explicar lo que siento en este momento. Lo más cercano es realidad. Eso, realidad. Ella en carne y hueso. Por fin.

Al principio del camino hacia un parque, me siento mudo. Luego mudo y finalmente ansioso. Ansioso por el hecho de querer tocarla, besarla y detenerme un rato para poder asimilar que esto estaba pasando.
Finalmente llegamos al sitio en cuestión. Una zona sombreada por árboles, así que para ganar tiempo, suelto mi primer regalo. El DVD. Me da un abrazo. Posiblemente desea besarme, pero quiere que me lo gane con algo más y que dé el primer paso.
Le tapo los ojos. No sé porqué, pero se los tapo con una de mis manos. Tampoco sé muy bien que decirle. En verdad sí. Quiero soltarle que la amo con locura, que deseaba este momento como posiblemente no haya deseado nada en mi vida. Sin embargo cuando me doy cuenta de que los nervios me pueden…ya se lo he dicho. E incluso le he pedido un beso. Y me lo concede.

Decir solo que los vellos de mi piel se erizaron, sería desprestigiar todo lo demás que me pasa. Mi mente lucha por asimilar el momento. Mis manos son impulsadas a la aventura de su cuerpo. El pecho arde. Mi alma no puede almacenar más alegría. La amo.
El día va pasando con absurda rapidez. A su lado el mundo no existe. El tiempo, que tan poco había ayudado en la eterna espera, una vez más se ríe de mí. No da tregua.
Entonces se va. De la misma forma sencilla y fugaz con la que apareció ante mis ojos, desaparece.
Y de repente vuelves a la vida. Despierta una vez más del típico suelo por el que darías todo por conservarlo.

Soy feliz. Los recuerdos dejan una tonta sonrisa imposible de apagar. No obstante, en frío me entristezco. No es que no la vaya a ver nunca más, pero se va hacer eterno.
Y ahora todo es tremendamente raro. Binomio. No hay otra forma de explicarlo. Dulces recuerdos que dejarán paso a otros mejores, pero hasta entonces…

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