martes, 20 de julio de 2010

La primera soledad

Recuerdo muy especialmente mi verano de los 13 años. Después de unas vacaciones en Brasil bastante guays y que recuerdo con especial emotividad lo tanto que comí. Creo que antes de eso era anoréxico.
El caso es que a la vuelta estuve un mes sin hacer practicamente nada en cuanto a lo social se refiere. Todo sería normal si no fuese porqué a mi mente llegan días grises de soledad, mientras me enteraba de que otras personas no paraban de andar con sus amigos.
¿Amigos? Muy pocos tenía y quizás solo con uno tenía un lazo lo mínimamente fuerte como para llamarle como tal.
Hasta entonces, desde que llegué a este país, cada dos años me mudaba de colegio y las cadenas de aprecio que conservaba con uno, no duraban a penas un año más después de abandonar el centro escolar. Lo que más me deprimía era ver a la gente en los shoppings, en los parques y en el cine con sus amigos, mientras yo salia con mi familia; y no es que estar con mi familia no me gustase, simplemente me gustaría compaginar el estar con los de mi sangre, con los de mi edad.
Anhelaba pasarme horas y horas charlando con un alma cuasi gemela o no, y contarle desde mis más raros secretos, hasta el hecho de irrevelancia máxima en mi vida; pero en fin. Supongo que me gané el título de marginado por mis propios méritos, pues me encerraba en mí mismo más de lo permitido por la cordura y esperaba siempre que "x" me viniese hacia mí.
Hasta ese verano era feliz con mi marginación colectiva, pero con mucha pena y sin querer me di cuenta de que estaba solo.

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