viernes, 4 de diciembre de 2009

Problemas.

Érase una vez una chica confundida, siempre había algo que la hacía pensar y esas cosas le creaban muchas confusiones. Pero siempre que se planteaba sus dudas conseguía sacar algo en claro y conseguía la desaparión de tales confusiones, pero esta vez era completamente diferente. La chica se tumbaba en el césped húmedo y mullido del jardín mientras miraba las formas que adoptaban las nubes teñidas por los fuertes destellos del Sol, pero ni siquiera el silencio y la tranquilidad le proporcionaban las respuestas que necesitaba. La pregunta "¿por qué?" llevaba a millones de conclusiones sin una lógica aparente, ninguna. En su exterior se veía una cara apenas inexpresiva, pero su silencio denotaba que había demasiadas cosas en la cabeza que circulaban de un lado para otro y sin ningún sentido.

-¿Paula?¿Estás en la tierra?
-...
-Bah, que te den.

Y las ideas siguieron circulando, las nubes siguieron pasando y el Sol se fue ocultando. Después de horas y horas, todas las preguntas llevaban de nuevo a la pregunta principal: ¿por qué?¿por qué una persona puede pasar de volcarse en otra a no dirijirla la palabra en literalmente un día, 24 horas?¿Qué podría haber pasado en tan solo 24 horas que cambiara tan radicalmente el curso de las cosas?¡¿por qué, maldita sea?!

-Puedo ver cómo sale humo de tu cabeza.

La chica se incorporó y giró la cabeza, clavando en los ojos de aquella chica de rizos los suyos.

-Se piensa lo que es necesario para sacar una solución.
-¿Tan grave es el problema?
-Realmente no, pero es algo que no consigo entender.
-A lo mejor es que no tiene explicación aparente.
-Imposible, alguna hay.
-Pues entonces es posible que la explicación que buscas en el fondo no te interesaría ni a ti misma.
-Sea cual sea la solución, te aseguro que me interesa.
-Pues chica, lo mejor es que lo averigües de la manera más facil que puedas. No te plantees tantas preguntas si puedes ponerlas a la práctica. No sé si me explico.

De nuevo, la chica no movió ni una sola parte de su rostro, pero la chica de rizos supo que en su interior acababa de encontrar la manera de actuar para tener una solución. Estaba realmente pletórica.

-¿Puedo pedirte una cosa?
-Lo que quieras.
-Abrázame, por favor.

Y la chica de rizos la abrazó, dejando que las lágrimas cayeran en su hombro.

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