domingo, 11 de octubre de 2009

La verdadera razón.

-A partir de que te ponga la mascarilla vas a contar de diez a cero, ¿de acuerdo?
Sabía que conllevaba muchos peligros. Sabía que adentrarse en esto podía arregar el problema o acabar conmigo. Estaba muy asustada, esto era muy importante: o lo ganaba todo o lo perdía. Era así de sencillo, pero me daba miedo.
-10, 9, 8, 7, 6....
Al fin entré en un sueño profundo. Todo estaba blanco, a los pocos segundos abrí los ojos. Era increíble, estaba volando sobre el mar. Estaba perpleja, y a la vez tenía una sensacion de bienestar de la que no gozaba desde hacía tanto tiempo que no lo podía recordar. Por la preciosa puesta de Sol supe que ya había estado en aquel lugar, e incluso era más precioso de lo que mi mente alcanzaba a recordar. Ahora mi único objetivo era el Sol, hacia donde me dirijía con tranquilidad y una ancha sonrisa en la cara.
De la expectación del momento no me había dado cuenta hasta ese preciso momento de que él estaba a mi lado, volando conmigo de la mano. Estaba allí, mirando al horizonte y acompañándome en mi viaje al Sol.
-¿Qué haces tú aquí?
Él no dijo nada, pero por un segundo pude ver en su cara una leve sonrisa.
-Vale, estoy harta de que no me hables, y ni siquiera me mires. Ahora vas a decirme qué te pasa.
-Más bien pregúntate qué te pasa a tí, y por qué estoy yo en tus sueños.
Enmudecí. Preferí millones de veces que no hubiera dicho nada a que me hubiera dado esa respuesta, tan fría como el mismo hielo. No lo pude evitar, y una lágrima cayó por una de mis mejillas. Noté como una mano me la retiraba del rostro.
-No llores, aunque realmente te lo mereces.
-¿Pero por qué me dices esto?¿Qué he hecho?
-Aparecer en mi vida.
-¿Y qué culpa tengo yo de eso?
-Ninguna, pero no debió de pasar nunca. Ahora tengo que abandonarte, y te va a doler.
-¿Es que a tí no?
Por primera vez en mucho tiempo me miró a los ojos, pero éstos reflejaban dolor. Otro error que no me hubiera gustado haber cometido. Me apretó la mano que me tenía cogida más fuerte de lo normal incoscientemente.
-Mil veces más que a ti.
Dejó de mirarme y me soltó la mano. Grité su nombre una, dos, tres y cuatro veces. Fue en vano, ya que ni yo misma pude escuchar mi voz, y tuve que presenciar como él se marchaba y se iba perdiendo en el horizonte. Empecé a caer del cielo al mar, y la imagen se empezó a difuminar. Abrí los ojos y me encontré en una cama llena de cables y escuchaba un pitido acompasado. Había salido de la operación. El manillar de la puerta se movió varias veces hasta que se abrió la puerta y apareció un hombre alto, con gafas grandes y una bata blanca.
-Buenos días, ¿qué tal te encuentras?- Dijo con una sonrisa.
-Vaya al grano, doctor.
-Bien, hemos encontrado la verdadera causa del problema. Hay que operarla de nuevo.
Mi cara palideció al saber que habían encontrado el problema. Mis ojos se abrieron como platos.
-P..pero... ¿de qué?
-Hay que operarla de olvido.

2 comentarios:

  1. Profundo que te cagas!...y angustioso
    Ya me contarás la historia eh?!?!?!?!?

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  2. Pauliis :)
    escribes muy bien, pero nunca entiendo tus historias.
    Algun dia me las explicas no?
    Muackaa
    Tequiero.

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